viernes, 30 de septiembre de 2011

Valor nutritivo de la carne

 A lo largo de la historia el hombre ha empleado como alimento prácticamente cualquier clase de animal que estuviera a su alcance. En los principios de la civilización, la principal fuente de proteínas animales estaba en la caza y en la pesca, circunstancia que cambió de forma muy importante cuando se consiguió la domesticación de las especies más útiles para ser empleadas con fines alimenticios. En este siglo se han logrado avances espectaculares en la obtención de carnes para el consumo humano, referidos tanto a los sistemas de reproducción y engorde de los animales como al perfeccionamiento de razas de alto valor nutritivo.


El cerdo es una de las especies hacia las que se dirige el consumo de modo preferente. Por su parte, la vaca y sus crías son también un factor muy relevante en el conjunto de la oferta de carne comestible, aunque hasta hace poco se limitaba  a la producción lechera.


Algo similar ha sucedido con la oveja y sus crías, si bien en los últimos años creció la disponibilidad de carne de cordero. También es muy importante el consumo de aces de corral, concretamente del pollo. El cabrito y el caballo, en menor medida, completan la oferta de comida animal.

Consideradas como alimento, las canes tienen un elevado contenido en proteínas de muy buena calidad, aunque ligeramente inferior a las del huevo y la leche. Su proporción en grasa es muy variable, muy escasa en el caballo y en las aves pero muy alta en el cordero y el cerdo.

Todas las carnes son ricas en hierro y zinc, con la ventaja añadida de que estos animales on más fácilmente aprovechables en la carne que cuando los contienen los cereales. También son abundantes en vitamina B, aunque escasas en vitaminas A y C.


Las carnes no son sólo un alimento, sino que para muchos de nosotros constituyen un auténtico manjar. A pesar del rechazo que producen entre las personas vegetarianas, lo cierto es que no implican ningún problema nutritivo si son consumidas con moderación y variedad. Lo que sí que debe tenerse en cuenta es que las grasas contenidas en la carne son saturadas y, por lo tanto, aumentan el colesterol. En consecuencia, las personas que tengan demasiado deben elegir carnes con bajo contenido en grasas y cocinarlas de formas que éstas disminuyan, como por ejemplo la plancha, la brasa, el grill, el horno  el microondas.

Otro aspecto importante son las salsas, tanto las que se forman durante la preparación de una carne como aquellas que se añaden después. Todas ellas aumentan el poder calórico de la carne y lo hacen en mayor medida cuanto más aceite posean. Por ello, es aconsejable acompañar los platos de carne con salsas a base de verduras.

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